DARE: En este contexto, ¿es el terremoto desempeñó un papel fundamental por la identidad de la ciudad?
Yo creo que tal consecuencia es un mito socialista. Yo recorrí el centro durante las primeras horas después del sismo en 1985. La solidaridad evidente que se observó entre los afectados fue una reacción natural. Hemos compartido la tragedia durante tantos años que dicha tragedia se ha transformado en un extravagante símbolo de unión. Lo que hacían en realidad las personas era ayudarse a sí mismas y habitar dentro de un espejo. Tal solidaridad se expresó de una forma importante a raíz del terremoto y la desgracia común fue el punto de contacto.
La solidaridad inesperada no continuó tal como lo demuestra la actual vida cotidiana en una sociedad plagada de diferencias económicas y resentimientos, de rencor, odio soterrado y desconfianza. Estos sentimientos conviven con la felicidad pasajera y el humor negro propio de esta tierra. A partir del terremoto en 85 se construyó un mito en el que supuestamente se despertaba la conciencia civil del ciudadano. Yo pienso que tal conciencia no se despertó, sino que tan sólo fue un fulgor o brillo momentáneo. La mía es la opinión de un vecino, claro, no la de un político o la de un filósofo.
DARE: ¿Cuál es el mayor logro que has conseguido en tu vida?
Creo que continuar viviendo. Quizás por curiosidad. Continuar respirando es un logro indiscutible …
DARE: ¿Tienes un modelo a seguir?
¡No uno, sino muchos! Prefiero el paganismo o el agnosticismo al mito judeocristiano y me atrae más la poligamia que la monogamia. El horizonte humano y literario no es canónico, sino que se forma en la diversidad y la oposición.
Aunque detesto ser como soy no deseo parecerme a otros. Tal disposición anímica me ubica en un interregno o en un lugar ambiguo. Mis escritores predilectos se encuentran en la literatura estadounidense, Philip Roth y John Fante entre ellos; pero también han sido importantes Alfred Döblin, Albert Camus, Dostoiewski, Pessoa, Thomas Bernhard, Octavio Paz y un abultado ejército literario.
DARE: ¿Tienes una corazonada secreta acerca de cómo vas a morir?
¡Sí!
DARE: ¿Realmente?
Moriré en la pobreza absoluta y además las personas que más quiero morirán antes que yo. Alguna vez una crítica de arte muy famosa en México, Raquel Tibol, me dijo: “Tú te vas a suicidar.” Pero le he respondido negativamente.
El escritor y matemático inglés, Bertrand Russell, llegó a decir que no se suicidaba porque deseaba saber un poco más de matemáticas. Y yo tengo curiosidad por saber hasta dónde puede llegar la estupidez y la maldad humana basada en un supuesto progreso ético y tecnológico.
DARE: ¿Quién eres, cuando estás a solas con tu mismo?
Alguien que se lamenta y que divaga.
DARE: ¿Eres un hombre melancólico?
Nunca he logrado estar solo. Una conversación íntima y un constante murmullo crítico me persigue. Sólo descanso cuando duermo y tengo sueños apacibles – no los sueños ingratos, que son la mayoría.
Es un momento de gran felicidad cuando me despierto con la consciencia de haber vivido en un mundo agradable. El hombre melancólico es capaz de establecer una charla amistosa y piadosa con la muerte, pero en mi caso no ha sido así.
DARE: ¿Querías ser tu amigo?
¡No, oh no! Creo que la literatura es un aprender maldecir. A veces soy muy temperamental y grosero. Conozco la debilidad de mis amigos y me aprovecho de ella para herirlos. Es un acto lúdico y a la vez inconsciente. Conocerme debe ser horrible. No quiero ser mi amigo.
DARE: ¿Y quieres tener hijos?
No yo jamás habría tomado una decisión tan determinante. Tendría que haber sido, en todo caso, una decisión racional y sopesada, no bestial, miserable, autoritaria o romántica. Por fortuna ya no pienso en ello.
DARE: Por fin, si pudieras elegir a cualquier persona en el mundo, ¿a quién invitarías a cenar?
Invitaría a algunos filósofos. A Peter Sloterdjik, por ejemplo, para discutir duramente con él sobre el cinismo. A Giorgio Agamben para poner en la mesa sus perspectivas sobre el fatalismo. A John Gray con quien conversaría sobre la libertad del ser humano. A Martha Nussbaum para darle vueltas al asunto de la libertad de conciencia.
Invitaría también a a un actor: Diego Luna o a Daniel Giménez Cacho; ambos actores mexicanos. Pero sobre todo invitaría a mujeres, bailarinas. El universo femenino ha sido para mí siempre algo misterioso y confortable. En fin, una cena acompañado de algunos filósofos, un par de actores y siete mujeres. Ah, e invitaría a un futbolista. Sería a Andrea Pirlo. Un hombre elegante y prudente en el campo de juego.
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Conversación grandiosa, interesante! Cuanto me hubiera encantado haberlo encontrado acá en en Berlin este Guillermo!