En busca de un infierno habitable

02.01.17  Von Frank Steinhofer


[aesop_content color=“#333333″ background=“#ffffff“ width=“500px“ columns=“1″ position=“none“ imgrepeat=“no-repeat“ floaterposition=“left“ floaterdirection=“up“]Guillermo Fadanelli es uno de los escritores contemporáneos más importantes de México. Calca en su prosa la soledad y la resistencia humana al organismo caprichoso: la megaciudad. Una conversación sobre el amor y la vida en el monstruo de la Ciudad de México.



DARE: En Europa las preguntas grandes son preguntas de bienestar individual, de sentirse bien. Aquí, en la Ciudad de México, es una cuestión de supervivencia. ¿De verdad?

La Ciudad de México no es en realidad una ciudad. Es un territorio ocupado por diversas corrientes y fantasmas históricos, sociales e individuales. También es un orfanato público. Quienes la habitamos somos una especie de huérfanos de las instituciones sociales las cuales en su mayoría están lastimadas por la corrupción y la ineficacia.

En consecuencia cada quien construye un mito acerca de la ciudad y así recorre la calle o el espacio público sin protección real o civil – la policía no es confiable. La malicia personal, la intuición, el temperamento, o la buena suerte nos ayudan a sobrevivir.

DARE: Suena casi … apocalíptico.

No soy amante de las catástrofes ni quiero edificar una tragedia sicológica, pero he vivido durante varias décadas en un territorio ocupado por la suma de soledades civiles y de rencores ocultos.

Por otra parte, esta metrópoli, urbe o ciudad carece límites pues se extiende hasta el Estado de México donde en verdad se desarrolla la mayor miseria; desde Santa Fé – una prótesis urbana que simula el futuro – hasta Chalco o Iztapalapa. Lo que hoy llamamos ciudad es, en este caso, una mancha urbana y una metástasis. Aquí se aprende a vivir en el centro de la enfermedad.

DARE: ¿Entonces, por qué vives aquí?

¡Yo soy un adicto de la ciudad!

DARE: ¿En qué forma?

Soy un adicto urbano. No me parece absurdo vislumbrar la tumba como un paraíso – es una necesidad de origen romántico. Habito una ciudad de muertos vivos y de sombras resignadas. Pero es justo aquí donde se encuentran mis raíces y en donde se hallan enterrados mis padres.

Ya no tengo deseos de vivir en otro país y además creo, más que nunca, que el movimiento es el principio del mal; cada vez que el ser humano se mueve causa daño. En fin, yo me he preparado arduamente para habitar la ciudad como se habita una tumba: en la tranquilidad que ofrece lo que es inevitable.[/aesop_content]

Guillermo Fadanelli, Perfil Sombrero. Foto: Yolanda M. Guadarrama


[aesop_content color=“#333333″ background=“#ffffff“ width=“500px“ columns=“1″ position=“none“ imgrepeat=“no-repeat“ floaterposition=“left“ floaterdirection=“up“]
DARE: Para ti. ¿Cómo sería un día perfecto en la ciudad de muertos vivos?

El día perfecto sería mantenerme encerrado en mi cama sin asomar un ojo en la calle ni sentir el paso del tiempo. Hace varios años que no me despierto normalmente en la mañana, sin embargo respeto a quienes se levantan temprano y van a trabajar desde la madrugada, personas que sin confesarlo abiertamente detestan abrir los ojos nuevamente, tomar el transporte, realizar un trabajo mal remunerado, volver a sus casas.

En la Ciudad de México el tráfico es abominable y el ruido es torturador. Yo desperté hoy de manera inusual a las diez de la mañana, escribí algunas hojas y tomé un primer trago a la una. Después comencé a caminar sin un rumbo preciso. Caminar es una forma de demostrarle a la ciudad que tienes fuerza y que puedes oponerte a su presencia. ¡Claro!

La recorres como un lobo que va marcando su territorio. Es entonces cuando llego a amar esta ciudad, sobre todo en la noche cuando ya he perdido el miedo. Soy un ser más nocturno que diurno. Una vez, cuando comienza el silencio de la madrugada, el aparente silencio, y las personas descansan en sus casas o duermen se revela para mí momento magnético. Cuando los autos cesan de circular entonces es mi turno para extender mi pasión urbana en el ámbito nocturno. Me mueve un espíritu casi alemán, un espíritu romántico de conquista y caída al mismo tiempo: Hölderlin y Novalis; Julio Ruelas (el pintor) y José Juan Tablada; Bukowski y Leopoldo Lugones. La noche, si se sabe habitar, es un lugar bastante más hospitalario que el día.
[/aesop_content]

[aesop_content color=“#333333″ background=“#ffffff“ width=“500px“ columns=“1″ position=“none“ imgrepeat=“no-repeat“ floaterposition=“left“ floaterdirection=“up“]
Hay el sueño americano. ¿Cuál es la promesa de esta ciudad?

Su promesa es hacerte infeliz siempre: no poder mantenerte en paz. Cancelar el futuro y vivir en el desasosiego. Te obliga a estar siempre alerta y cultivar la mirada atenta y precavida.

La mirada atenta es importante en la Ciudad de México porque no existe un barrio en el que reine del todo la tranquilidad. Te ves obligado a realizar pactos cotidianos de toda índole, alianzas, concentrarte en el seno de la mafia familiar para invocar a la tranquilidad. Describo aquí la atmósfera urbana desde mi propia vivencia: no soy un sociólogo, sino un escritor.

DARE: ¿Qué importancia tiene el amor y el afecto en tu vida?

Bueno. Todo amor es una afrenta a la libertad. Es más efectivo – si uno quiere ser más libre – parecer o ser repulsivo y concentrarse en la soledad. Sin embargo, en algunos momentos disfruto de la amistad enormemente: la amistad de cualquier ser sensible. No precisamente la amistad de otros escritores; me rehuso a construir alianzas profesionales, pero disfruto los pactos breves que se hacen en pos de la tranquilidad y también me atrae la conversación: hacer una pausa en este enloquecedor ir y venir propio de toda urbe.

DARE: ¿Es el amor solamente posible para aquellos que aceptan la propia soledad?

Mira, E. M. Cioran, el escritor y pesimista rumano, dice: “El amor es sólo un encuentro de salivas.” La Rochefoucauld llegó a afirmar: “No nos enamoraríamos si antes no hubiéramos escuchado hablar del amor.”

Lo que quiero decir es que el amor es un mito, una construcción simbólica, una escritura maniaca y un relato. ¡Eso es! Pero el ser solitario también desea y ama su propio exilio. Esta ciudad es magnífica para construir un amor sólido o un amor pasajero: aquí no se conoce la mesura o el equilibrio. Parece que en todo momento la ciudad va a colapsarse y a desaparecer, pero nunca se cae: sólo es una amenaza a la que nos hemos acostumbrado: un vivir extremo. Es la crónica de una muerte anunciada que nunca llega.

DARE: ¿Y cómo nace la humanidad aquí?

Aquí, la vocación humanitaria puede provenir de la solidaridad y de compartir el sufrimiento con los demás. Puedo decir: “soy solidario contigo porque habito el mismo infierno que tú y comprendo el dolor humano.”

No obstante, otra clase de solidaridad se presenta cuando alguien de una clase social y económica totalmente distinta a la tuya te tiende la mano. Cuando alguien diferente a ti se acerca para ayudarte pues reconoce que pese a ser otro es capaz de comprender tu desgracia. Esa es una solidaridad que nace de un altruismo primitivo y no de una utopía humanista construida artificialmente. Yo no me opongo a ninguna de ambas acciones, siempre que funcionen. [/aesop_content]

Guillermo Fadanelli, Puente Rodano. Foto: Yolanda M. Guadarrama

[aesop_content color=“#333333″ background=“#ffffff“ width=“500px“ columns=“1″ position=“none“ imgrepeat=“no-repeat“ floaterposition=“left“ floaterdirection=“up“]
DARE: En este contexto, ¿es el terremoto desempeñó un papel fundamental por la identidad de la ciudad?

Yo creo que tal consecuencia es un mito socialista. Yo recorrí el centro durante las primeras horas después del sismo en 1985. La solidaridad evidente que se observó entre los afectados fue una reacción natural. Hemos compartido la tragedia durante tantos años que dicha tragedia se ha transformado en un extravagante símbolo de unión. Lo que hacían en realidad las personas era ayudarse a sí mismas y habitar dentro de un espejo. Tal solidaridad se expresó de una forma importante a raíz del terremoto y la desgracia común fue el punto de contacto.

La solidaridad inesperada no continuó tal como lo demuestra la actual vida cotidiana en una sociedad plagada de diferencias económicas y resentimientos, de rencor, odio soterrado y desconfianza. Estos sentimientos conviven con la felicidad pasajera y el humor negro propio de esta tierra. A partir del terremoto en 85 se construyó un mito en el que supuestamente se despertaba la conciencia civil del ciudadano. Yo pienso que tal conciencia no se despertó, sino que tan sólo fue un fulgor o brillo momentáneo. La mía es la opinión de un vecino, claro, no la de un político o la de un filósofo.

DARE: ¿Cuál es el mayor logro que has conseguido en tu vida?

Creo que continuar viviendo. Quizás por curiosidad. Continuar respirando es un logro indiscutible …

DARE: ¿Tienes un modelo a seguir?

¡No uno, sino muchos! Prefiero el paganismo o el agnosticismo al mito judeocristiano y me atrae más la poligamia que la monogamia. El horizonte humano y literario no es canónico, sino que se forma en la diversidad y la oposición.

Aunque detesto ser como soy no deseo parecerme a otros. Tal disposición anímica me ubica en un interregno o en un lugar ambiguo. Mis escritores predilectos se encuentran en la literatura estadounidense, Philip Roth y John Fante entre ellos; pero también han sido importantes Alfred Döblin, Albert Camus, Dostoiewski, Pessoa, Thomas Bernhard, Octavio Paz y un abultado ejército literario.

DARE: ¿Tienes una corazonada secreta acerca de cómo vas a morir?

¡Sí!

DARE: ¿Realmente?

Moriré en la pobreza absoluta y además las personas que más quiero morirán antes que yo. Alguna vez una crítica de arte muy famosa en México, Raquel Tibol, me dijo: “Tú te vas a suicidar.” Pero le he respondido negativamente.

El escritor y matemático inglés, Bertrand Russell, llegó a decir que no se suicidaba porque deseaba saber un poco más de matemáticas. Y yo tengo curiosidad por saber hasta dónde puede llegar la estupidez y la maldad humana basada en un supuesto progreso ético y tecnológico.

DARE: ¿Quién eres, cuando estás a solas con tu mismo?

Alguien que se lamenta y que divaga.

DARE: ¿Eres un hombre melancólico?

Nunca he logrado estar solo. Una conversación íntima y un constante murmullo crítico me persigue. Sólo descanso cuando duermo y tengo sueños apacibles – no los sueños ingratos, que son la mayoría.

Es un momento de gran felicidad cuando me despierto con la consciencia de haber vivido en un mundo agradable. El hombre melancólico es capaz de establecer una charla amistosa y piadosa con la muerte, pero en mi caso no ha sido así.

DARE: ¿Querías ser tu amigo?

¡No, oh no! Creo que la literatura es un aprender maldecir. A veces soy muy temperamental y grosero. Conozco la debilidad de mis amigos y me aprovecho de ella para herirlos. Es un acto lúdico y a la vez inconsciente. Conocerme debe ser horrible. No quiero ser mi amigo.

DARE: ¿Y quieres tener hijos?

No yo jamás habría tomado una decisión tan determinante. Tendría que haber sido, en todo caso, una decisión racional y sopesada, no bestial, miserable, autoritaria o romántica. Por fortuna ya no pienso en ello.

DARE: Por fin, si pudieras elegir a cualquier persona en el mundo, ¿a quién invitarías a cenar?

Invitaría a algunos filósofos. A Peter Sloterdjik, por ejemplo, para discutir duramente con él sobre el cinismo. A Giorgio Agamben para poner en la mesa sus perspectivas sobre el fatalismo. A John Gray con quien conversaría sobre la libertad del ser humano. A Martha Nussbaum para darle vueltas al asunto de la libertad de conciencia.


Invitaría también a a un actor: Diego Luna o a Daniel Giménez Cacho; ambos actores mexicanos. Pero sobre todo invitaría a mujeres, bailarinas. El universo femenino ha sido para mí siempre algo misterioso y confortable. En fin, una cena acompañado de algunos filósofos, un par de actores y siete mujeres. Ah, e invitaría a un futbolista. Sería a Andrea Pirlo. Un hombre elegante y prudente en el campo de juego.


[/aesop_content]

Selección de libros, Guillermo Fadanelli

notas finales

Gracias a Nicole Blancha por ayudarme con la transcripción y a Carlos Gonzáles por sus notas.
La primera foto en el artículo lleva el crédito de Rodrigo Sánchez.




Frank Steinhofer
arbeitet als Schriftsteller, freier Autor und Künstler in Mexiko-Stadt und Dahn. Seit 2016 berichtet Frank Steinhofer aus den Amerikas vornehmlich über Kunst, Architektur und Ökologie für Nachrichtenmagazine wie »Der Spiegel« oder Tageszeitungen wie die »Süddeutsche Zeitung«. Von 2011 bis 2017 war er Mitglied der DARE-Redaktion. 2021 erschien sein Romandebüt »Das Terrain« über den Bau eines neuartigen Museums nahe des mexikanischen Regenwalds. Der experimentelle Roman setzt sich kritisch mit dem internationalen Kunstmarkt und ökologischen Bauweisen auseinander.







Auch interessant





1 Comment

Conversación grandiosa, interesante! Cuanto me hubiera encantado haberlo encontrado acá en en Berlin este Guillermo!



Schreibe einen Kommentar

Deine E-Mail-Adresse wird nicht veröffentlicht. Erforderliche Felder sind mit * markiert

Diese Website verwendet Akismet, um Spam zu reduzieren. Erfahre mehr darüber, wie deine Kommentardaten verarbeitet werden.